Se acabó el año, en el ambiente hay un olor a pergamino nuevo, sin escribir. Se perciben las ansias de recorrer con prisa, pero con pausa, las horas vírgenes que este año tiene preparado para nosotros.
Y comienza el 2012 cargado de emociones, dejando atrás sueños inconclusos y generando otros nuevos. Aquí empieza el mío.
Somos dueños de nuestros actos y de nuestras palabras... y cuando tocaron las doce campanadas decidí que debía hacerme, por fin, cargo de ellas.
Tomé unos 30 minutos para pensar en mi, y pasar en limpio los meses vívidos, o a medio vivir.
La primera resolución que tomé, en realidad la única, fue olvidarte, claro está.
Me preparé para lo que iba a vivir: las primeras horas del año pasaban rápido, vagué por la ciudad atada a una correa invisible a mis amigos pensando como haría esta resolución realidad.
Se que la fórmula del olvido lleva una pizca de tiempo y 500 gr. de distancia, pero quería ir mas lejos, probar alguna técnica jamás realizada, jugar con la física, la química y tal vez me atrevería a la alquimia.
Me calcé el delantal de cocina y los guantes de científico y empecé a experimentar nuevas tácticas. Quería llegar lejos, tomar decisiones desesperadas, poner todas mis fichas en el tablero y esperar que suceda lo tenía que suceder.
Estaba lista para cruzar el puente, pero lo veía viejo y destartalado. Sin embargo abroché mi campera, levante la vista y con la cabeza en alto di el primer paso:
Lunes 2 de Enero:
-¿Qué es esto? - me preguntaste cuando deposité un papel en tu escritorio,
-Mi renuncia - Te respondí.