Volver al futuro.

Si me preguntabás hace un mes atrás si era feliz, probablemente te hubiera contestado que sí.
En verdad lo era, era tu perro faldero, atrás tuyo a cada instante, y vos eras consciente de mi presencia.

Cambió todo y cambié yo. El globo se desifló, la emoción desapareció y me lanzaste un manojo de excusas con espinas que ni tu te creías (con el aparente argumento que no me querías ver mas).

Me saqué la careta de la sonrisa, la puse sobre mi mesa de luz y salí a la vida, con una sonrisa torcida pero la frente alta.

Ingonaraba las miradas curiosas y acusadoras, me dejé enterrar viva en el dolor, en el recuerdo de esas tardes que ahora no son mas que reliquias en el banco de mi memoria.

Te iba a olvidar, me repertía mil veces, era capaz de arrancar de un tirón, duro y preciso, el amor que sentía... que siento.

Me envolví el alma con tus defectos y tiré al mar tus virtudes, con la esperanza que el las lleve lejos.

Me convencí que te había olvidado.

Cambié mi guardarropas y mi rutina. Esquivaba nuestro bar y nuestras plazas para pensarte menos.

Pasé un mes sin verte, sin anhelarte y sin necesitarte.

Mi vida por fin volvía a ser lo que era antes.

Y luego apareciste, como lo haces siempre, un vendabal adornado de fuegos artificiales, payasos y marionetas. Pasaste sin tocar, con una sonrisa de oreja y oreja y los brazos abiertos. Ahí estaba yo, corriendo al encuentro con un sentimiento que era la mezcla perfecta de felicidad y desconfianza.

El tiempo se prolongó hasta la eternidad, cada paso me distanciaba de vos, pero aún así seguía corriendo a tu, a nuestro, encuentro.

Me encontraba a un paso de poder, por fin, volver a tocarte. Tu sonrisa me cegaba el alma, me fundí con tu aroma. Me temblaban las piernas y una línea de sudor recorría mi espalda.

Desapareciste.

Giré mi cabeza buscandote, me paré en seco maquinando lo que acababa de suceder.

Traté de volverme impertérrita.

Nuevamente vírgenes intentos para pensarte un poco menos.

Acá estoy, sumergida en las arenas movedizas de este amor, con cada movimiento me hundo mas en él, pero si no hago nada me quedo estancada en el mismo lugar de siempre. Busco con ansías una cuerda salvadora que me permita agarrarlas con todas mis fuerzas para que me tire hacia la superficie.

Miro el cielo, busco la cuerda pero no está, solo un azul intenso que no se deja interrumpir ni siquiera por una nube.

No pierdo las esperanzas una cuerda, vestida de amiga, vendrá a rescatarme, mientras... permíteme que te olvide.

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